Pasada la euforia de los creyentes católicos y de aquellos que no profesan el catolicismo, pero que han visto en el Papa Francisco, a un líder que expresa conceptos valiosos, a fin de que se puedan lograr cambios positivos en nuestra patria y en el mundo, se preguntan: ¿realmente con su presencia y mensajes se podrá lograr ese anhelo universal del ser humano de tener un mundo mejor?.
Desde luego que también existen –sería ingenuo no darse cuenta- quienes de buena fe, no creen y critican la visita del Papa Francisco, esto por estar atados por fanatismos, ya sean políticos o religiosos, que les impide ver y escuchar con un espíritu libre.
Pero desgraciadamente,además, existen aquellos que, están en contra de todo cambio, perdóneseme la expresión, desde una postura malvada,pues lo que los mueve a ir en contra de lo que se nos habla el Papa, a fin de lograr un mundo mejor, es la conservación de su poder y su riqueza a costa de lo que sea.
Esto en el contexto de un país agraviado por la injusticia, pobreza, falta de educación y oportunidades, violencia y ataque a sus más profundos valores, que lo mantiene hundido en graves problemas en cara a su futuro.
Ante este panorama, los mensajes del Papa Francisco serán estériles, si ellos no nos mueven a la reflexión y la acción, para encontrar en ellos la luz que ilumina el camino del cambio social y sobre todo personal, que modifique nuestra situación actual y nos lleve a un cambio positivo en todos los aspectos, desde el progreso en lo espiritual y también en lo material.
Nuestra patria merece un mejor futuro, pero debemos de entender que esto depende de ser consecuencia de una población de espíritu y manos que se entreguen a realizarse con el esfuerzo de cada uno de nosotros y dejemos de lado la actitud pasiva de esperar que la solución siempre venga de fuera y no de nuestro propio esfuerzo y entrega a ser mejores.
En consecuencia, el Papa sembró la semilla del cambio, pero el que se de este, dependerá sólo de que todos y cada uno de nosotros los mexicanos hagamos la parte que nos corresponde.
Creo que vale la pena que lo intentemos, ¿o no lo cree usted así amigo lector?.-AAGA.